Algo más que sustituir indefinidamente

MANOS-ENTRELAZADAS«No te preocupes, todo después de un tiempo deja de doler» leo horrorizado en un retuit a una de esas cuentas con decenas de miles de seguidores y mensajes plagiados entre ellas. Y digo que lo leo horrorizado por dos razones: porque transmite una idea bastante desesperanzadora y porque, con ese retuit, el pesimismo que transmite alcanzará a muchos más usuarios.

Irremediablemente me ha traído a la memoria una frase con la que un amigo cerraba un correo hace unos meses recordándome la necesidad de ser fiel a aquellos que amamos como mejor muestra de ese afecto que les tenemos. Sin embargo, este tuit publicado con el claro fin de ser aplicado en el ámbito amoroso, refleja el ideal absolutamente contrario: el de abandonar cuando la situación se vuelve cuesta arriba y surge la tentación de dejarlo. El ideal de reemplazar frente al de ser fiel. Pero quizás se trate del resultado del proceso que cada día parece haber causado estragos más profundos en nuestra sociedad y, especialmente, en aquellos que se han visto inmersos en su época y no han conocido otro sistema en sus relaciones que el del recambio, la sustitución y el «que pase el siguiente», habiendo olvidado por completo (o, peor, no habiendo experimentado nunca) la belleza que se esconde detrás de la constancia, la perseverancia y la fidelidad, que son el único pasaporte posible a una relación en la que lo fundamental sea el amor y no el egoísmo. Porque anteponer el dolor que causa querer al propio amor es una de las formas más sinceras de egoísmo.

Pese a todo, que levante la mano quien (aunque haya retuiteado ese mensaje) no desea alcanzar el momento en el que encuentre alguien que le prefiera aun cuando le cueste algo de dolor; quien se sienta pleno con una relación en la que el otro (y, frecuentemente, uno mismo) es una pieza de recambio que cumplirá la función hasta que sea remplazada y olvidada; quien no haya perdido la esperanza de buscar la sinceridad en un te quiero; quien, en definitiva, entienda verdaderamente cómo funciona el corazón, y que para él no sirven los remiendos que intentamos encajar a la fuerza para tapar los huecos que así agradamos.

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