«¿Dónde están?»

De paso, childs-eyescomo entre Jerusalén y Samaría, como tantas otras veces en mi vida, hoy también has vuelto a cruzarte. A detenerme. A tocarme para sanarme; aunque no me haya dado cuenta hasta dar media vuelta y algunos pasos. Pero he sabido regresar (más por tu misericordia que por mi destreza) y postrarme para darte gracias. Por el pequeño milagro (grande a ojos sinceros) que acabas de hacer en mí.

Y se me clavan tus palabras, tu pregunta, dos palabras en las que no leo el reproche ante la ingratitud, sino el desgarro doloroso del amor no correspondido. «¿Dónde están?». Se me clava. Digo que se me clava porque yo era de ellos, yo tampoco estaba contigo, yo también me había marchado y me refugiaba esperando que no supieses muy bien dónde. Se me clava el dolor de no saber siquiera dónde están tantos a los que por amor has devuelto la vida, a los que has salvado en tantos instantes, a los que has restaurado pedazo a pedazo.

«¿Dónde están?». Que bien podía continuar «¿… y dónde estabas mientras te extrañaba?». Y es que quizás la respuesta a la primera pregunta sea la misma que para la segunda. Porque los refugios son pocos y Dios, que lo sabe, cura a uno para que muchos otros deseen curarse al verlo.

«Vete». Salvado. Reconciliado. Y reencuentra a los que se esconden de Quien nada se puede temer.

Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?» Lc 17, 17

Deja un comentario